Cuando uno es joven, el ejercicio puede permitirle correr una carrera después de una noche entera sin dormir o practicar snowboard teniendo una dieta de Doritos. Pero a medida que se envejece, el ejercicio tiene un impacto mucho mayor: aumenta los niveles de energía, previene lesiones y lo mantiene mentalmente en alerta.
El envejecimiento hace que los músculos pierdan masa, la densidad ósea baja y las articulaciones se endurezcan, lo que afecta el equilibrio, coordinación y fuerza. Al mismo tiempo, los cambios hormonales y la inflamación persistente de bajo nivel pueden preparar el escenario para enfermedades crónicas como el cáncer, enfermedades cardiovasculares y la diabetes.
Y los cambios comienzan antes de lo que uno se imagina. Los músculos comienzan a encogerse a los 30 años y continúan su espiral descendente en la mediana edad, con hasta el 25 por ciento de su masa máxima perdida cuando se alcanzan los 60 años.
Pero hay esperanza: el ejercicio puede detener la pérdida de masa muscular, el deterioro cognitivo y la fatiga. “Nunca es demasiado tarde para comenzar a hacer ejercicio, y nunca es demasiado temprano”, dijo Chhanda Dutta, gerontóloga del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento.